martes, 27 de agosto de 2013

La maldad en la mujer


                                   La maldad en la mujer

 

Esto lo encontré en uno de los tantos textos que leo, y en este momento de dolor y frustración por la maldad e iniquidad femenina, donde no existe un sentimiento o una razón, solo son sus raíces, vistos dentro de la mitología y el cristianismo. Se los dejo a su razón.

 PROVERBIOS 12:4 La mujer ejemplar hace de su marido un rey,

 Pero la mala esposa lo destruye por completo

Desde la Antigüedad, numerosas han sido las figuras de mujeres destructoras, malvadas, que han usado sus encantos para seducir y, de paso, destruir a los hombres. La dualidad que identifica al hombre con el bien y a la mujer con el mal ha estado siempre presente: en la mitología grecolatina, poblada de sirenas, sibilas, brujas y hechiceras, y en la tradición judeocristiana, que en libros como el Génesis y el Apocalipsis relaciona a la mujer con la serpiente y la presenta como bestia o prostituta. "El género femenino, en los albores de la humanidad no desempeña otro papel, según testimonian múltiples pasajes, sino el de encarnar la fuerza del mal" (González Ovies, 1994: 353). A la mujer se la identifica con la astucia, la monstruosidad, la locura, y con el empleo de artimañas y trampas para llevar al hombre a la destrucción. Así, dada esta inclinación de las féminas al mal, al pecado y a la debilidad, que les impide enmendarse, surgen toda una serie de castigos y correctivos que hacen recaer sobre ellas el peso de la justicia –tanto humana como divina-, con el fin de restablecer el orden y la moral.

 El imaginario patriarcal ha representado tradicionalmente a la mujer ciñéndose a la rígida dicotomía virgen-prostituta. Existía un tipo de mujer pasiva, abnegada, sometida al varón, de rasgos angelicales, y otra más orgánica, activa, fuerte y carnal, a la vez fascinante y dañina para el hombre, que alcanzaría una de sus mayores expresiones en el mito de la mujer fatal, que se desarrolla en el siglo XIX, como producto de una época de grandes cambios sociales (Dijkstra, 1994; Volpatti, 1994).

Sin embargo, para hallar las raíces de este arquetipo hay que ahondar mucho más, siguiendo el rastro dejado por una gran cantidad de representaciones femeninas, a lo largo de toda la Historia del Arte y la Cultura, que nos llevarán hasta el origen mismo de nuestra tradición, allá en la Grecia clásica, fuente de la que bebe todavía hoy el imaginario colectivo de nuestra sociedad (Doane, 1991).

 Como señala Carmen Ramírez, la "debilidad física, la fragilidad moral y la inmadurez ética coinciden en las distintas edades de la historia pagana y de la sagrada, para identificar a la mujer con una figura portadora del Pecado, e incluso asimilarla con el propio Mal" (Ramírez Gómez, 2002: 225). El personaje mitológico de Pandora guarda similitudes con la Eva cristiana (González Arias, 1998). Hesíodo la considera la primera mujer, que fue enviada al mundo como castigo, después que Prometeo robara el fuego del Olimpo para darlo a los hombres. Pandora poseía una impresionante belleza y una excesiva curiosidad, que la llevó a abrir la caja que le había entregado Zeus, con todos los males que azotan al mundo. El psicoanálisis identifica simbólicamente dicha caja o recipiente con la vagina (Casanova, 1979).

 

El cristianismo, como hemos avanzado, no ha sido mucho más benévolo en el tratamiento de la feminidad. La Biblia está plagada de mujeres que se ajustan perfectamente al prototipo negativo al que nos estamos refiriendo. Eva, la primera fémina creada por Dios según las Escrituras cristianas, fue seducida por la serpiente, pecó al coger la manzana del árbol prohibido y arrastró con ella a Adán. Como castigo, ambos fueron expulsados del Paraíso por un enfurecido Yahveh, que condenó a la serpiente a reptar y comerse el polvo el resto de su vida, auguró a la mujer partos dolorosos y condenó el hombre a ganarse el pan con su sudor. Sin embargo, la culpa recayó sobre Eva, quien la transmitiría a todas sus descendientes. Así lo afirmaba San Jerónimo, uno de los padres de la Iglesia: "La mujer es la puerta del Diablo, la senda de la iniquidad, la picadura de la serpiente, en una palabra, un objeto peligroso" (San Jerónimo, cit. en Bosch, Ferrer y Gili, 1999: 9). Ésta será la base de la Iglesia para considerar malas a todas las mujeres y para predicar su necesaria sujeción al varón, pues si bien el hombre puede incurrir en otros pecados, la mujer es la única capaz de tentar, y la tentación pertenece al Diablo. Ésta es la versión oficial, con la que se pone fin al culto de la Gran Madre para dar paso a largos milenios de represión femenina.

No obstante, la presencia de Eva parece muy anterior al establecimiento del judaísmo. Eva era el nombre de la Gran Diosa Madre mesopotámica y los judíos aún lo hallan escondido tras el nombre de YAHVEH: YHMH procede de la raíz hebrea HWH y significa tanto ‘vida’ como ‘mujer’; en caracteres latinos es E-V-E. Con la adición de una I, formaba la invocación del nombre de la Diosa como Palabra de Creación, lo cual había sido una idea común en Egipto y en otras regiones donde la Diosa Madre estaba presente.

 En el gnosticismo el papel creador no corresponde a Dios sino a Eva, que hizo a Adán de sangre y arcilla; esto es, la Madre Tierra dio vida al hombre. La versión que relata el nacimiento de Eva a partir de una costilla de Adán sólo sería una transgresión patriarcal del mito de la Diosa Tierra de la que nace el héroe, que vuelve a ella cíclicamente para renacer de nuevo (Dini, 1995). Este mito es anterior al cristianismo, que deriva de él. Adán y Eva han nacido de la Madre Tierra, a la que regresarán. Según apunta Manuela Dunn Mascetti, en el texto bíblico que relata la expulsión del paraíso existen pruebas de que Yahveh Dios era sólo una manifestación del poder creador de la serpiente (Dunn Mascetti, 1998: 171), símbolo tomado de otras mitologías, en las que se convertía en esposo de la Madre Tierra y juntos engendraban a todos los mortales (Banc, 1945).

 El cristianismo privó a Eva de su poder creador y la convirtió en un simple vientre para dar a luz a nuevos seres con dolor. El patriarcado la hizo portadora sólo de la muerte y concedió el poder de resucitar a un nuevo dios masculino. Así, el doble poder de la diosa terminó dividido: la Iglesia relacionó a Eva con la muerte y el pecado, por lo que todo el género femenino quedó maldito. Al Dios cristiano correspondió la parte buena, la de traer la salvación al mundo. Así se favoreció la actitud misógina o de desprecio hacia las mujeres en todos los ámbitos de la vida, por parte no sólo de los hombres, sino también de las propias afectadas.

 Sin embargo, según las tradiciones judías, no fue Eva, sino Lilith –adaptación del demonio babilónico Lilit o Lilu-, la primera mujer creada por Dios (Bornay, 1996). Si Eva es la pecadora, Lilith –mezcla de mujer y serpiente- puede considerarse la perfecta encarnación del Diablo. La tradición judía cuenta cómo Dios la modeló exactamente igual que a Adán, sólo que, en lugar de polvo, había utilizado suciedad y heces. Lilith pronto se rebeló, e incluso se atrevió a demandar la igualdad entre sexos, al negarse a colocarse debajo de Adán durante el coito. No se dejó forzar y desapareció, libre, en el aire. "Su historia parece encarnar los más profundos temores masculinos sobre la impotencia, la debilidad y muy especialmente sobre la ‘desenfrenada’ sexualidad femenina, su afirmación y su independencia" (Bosch, Ferrer y Gili, 1999: 14). Lilith escapó al castigo divino, convirtiéndose así en la pionera de una "estirpe de diablesas" que logró sobrevivir. De este modo, rameras, diablesas y mujeres antinaturalmente rebeldes son la misma cosa, pues Lilith fue realmente el primer ejemplo de esa horrible criatura que más tarde se llamará mujer "emancipada" (Bornay, 1990).

martes, 13 de agosto de 2013

EL SUEÑO


 

EL SUEÑO

 

 El sueño y deseo de muchos casi se les cumple, hoy 22-07-2013 poco más de un mes de haber sufrido un infarto, ocasionado por el estrés y la tensión acumulada por tanto tiempo, la riza de alegría y satisfacción por mi partida, quedo en tan solo una mueca.

 Al conocer la noticia las que decían ser mis hijas, su madre y mi  ex amiga, lloraban pero  no de tristeza, porque aquel que las hizo sufrir, aquel que según ellas, las tubo con hambre, y les falto el respeto para no decir más, había sufrido un infarto y estaba muriendo, pero alguien allá arriba me detuvo devolviéndome, sabiendo lo mortificado de mi vida, solo miro la mortificación de aquellas al saber que no era mi tiempo, su mortificación seria mayor que la mía.

Estos seres por llamarlos de alguna manera, no conformes con lo obtenido, siguen mortificando y amenazando para obtener su deseo.

Es una lástima que no vean más allá de su nariz, y hayan tenido tal transformación, ciegas por la codicia, como el más vil de los perros  muerden la mano del que un día les dio todo, van por lana y saldrán trasquiladas.

Aunque por momentos pierdo la fe, Dios en su palabra dice,

“mía es la venganza yo pagare” 

Amargamente llora todas las noches, y sus lágrimas

Corren por sus mejillas, no tiene quien lo consuele,

Su familia y su amiga le faltaron, se convirtieron

En enemigos